sábado, 15 de mayo de 2010
FORMACIONES GEOLOGICAS
ESTAS FORMACIONES GEOLOGICAS
SE ENCUENTRAN EN AGAETE
JUSTAMENTE EL CAMINO DE LA RAMA...
BAJADA DE LA RAMA DESDE TAMADABA
HASTA SAN PEDRO EN EL BARRANCO
DE EL VALLE DE AGAETE.
SUBIDA HASTA TAMADABA DESDE
SAN PEDRO...CAMINO DE GRAN DIFICULTAD
PERO PRECIOSAS VISTAS DESDE ARRIBA
INIGUALABLE EN ALTURA Y PRESENTACION
ENTORNOS MARAVILLOSOS DE GRAN BELLEZA
PERO SIEMPRE...SIEMPRE...VIGILADOS¡¡¡
EN ESTA FOTO DEBES DESCUBRIR
ESAS FORMACIONES DE LAS QUE...
SIEMPRE HABLAMOS...FORMAS...FIGURAS.
DE LAS QUE NADIE HABLA...
SIN EMBARGO YO MIRO LAS PIEDRAS¡¡¡
Y DESCUBRO EN ELLAS SU PARTE POSITIVA...
¡¡¡LAS PIEDRAS NOS MIRAN COSTANTEMENTE¡¡¡
SABEN DE NOSOTROS...¡¡¡
¡¡¡Y NOSOTROS NO HACEMOS POR CUIDARLAS¡¡¡
viernes, 14 de mayo de 2010
FENOMENOS EN LA PIEDRA
EN AGAETE
EN LO MAS ADENTRO DEL BARRANCO
DEL RISCO, SE ENCUENTRA...
EL CHARCO AZUL¡¡¡
UNA CASCADA DE AGUA QUE TERMINA
EN UN FOSO FORMADO POR...
LAS FUERTES CORRENTIAS DE AGUA
QUE BAJAN DESDE LA CUMBRE.
UN SENDERO CORTO PARA CAMINANTES
DE TODAS LAS EDADES...
SIN DIFICULTADES ADVERSAS.
LUGAR MARAVILLOSO¡¡¡
DE VISTAS INCREIBLES.
UN BARRANCO UNICO
DONDE LA RETINA SE QUEDA
CON TODOS LOS DETALLES
A OBSERVAR¡¡¡
YA DENTRO...
INTENTAS DE BUSCAR LOS RINCONES
MAS DETONANTES PARA TUS FOTOGRAFIAS
ENTRE ELLAS PUEDES HACER
ESTE TIPO DE AVERIGUACIONES...
FORMAS EN LA PIEDRA¡¡¡
QUE APARENTAN ROSTROS CONOCIDOS...
¡¡¡SERA UN MILAGRO¡¡¡?
O SOLO SON FORMACIONES...¡¡¡?
DA QUE PENSAR...
ALGUNOS QUE PASAN POR ALLI
NO HABLAN DE ESTE FENOMENO GEOLOGICO
CLARO QUE ...SI LO DAMOS A CONOCER
IRIAN TODOS A ADORAR ESE BARRANCO...
NO SERIA MALA IDEA...
¡¡¡ADORAR UNA PIEDRA EN UN BARRANCO¡¡¡
PARA DISTINGUIR BIEN ESTE FENOMENO
NO SE ACERQUE MUCHO
A LA PANTALLA DEL ORDENADOR
ALEJESE UN POQUITO
Y VERA LO QUE USTED QUIERA VER
¡¡¡CUANTO TIEMPO LLEVA CRISTO AHÍ¡¡¡?
PINCHE EN LAS FOTOS PARA
DISFRUTAR DE ESTE FENOMENO
DE LA NATURALEZA...
¡¡¡NO ES MAS CIEGO...
QUE EL QUE NO QUIERE VER¡¡¡
miércoles, 12 de mayo de 2010
GRAN CANARIA -- TAMARAN -- CANARIA
“TAMARÁN”, EL FALSO NOMBRE DE UNA
ISLA LLAMADA CANARIA
Rubén Naranjo Rodríguez
El Archipiélago Canario debe su nombre a una de sus islas centrales, Gran Canaria,
originariamente sólo Canaria, a partir de la cual las demás tomaron su denominación como
conjunto, al considerárselas como “islas de Canaria”. Sin embargo, será desde mediados
del pasado siglo, y a partir de una obra menor como es el “Resumen de la jeografía (sic)
física y política y de la historia natural y civil de las Islas Canarias” de Manuel Osuna
Saviñón, cuando se le empiece a dar a la Canaria indígena la denominación de “Tamarán”,
pues otros autores posteriores seguirán su aseveración, sin preocuparse de investigar qué
de cierto había en ello o de qué fuentes se valió. Máxime teniendo en cuenta la cuando
menos “dudosa” trayectoria científica del citado Osuna. De esta forma, y hasta la actualidad,
salvo en algunos trabajos de investigación que se han basado o tomado como referencia
las fuentes etnohistóricas, se le ha dado carta de naturaleza y autenticidad a tal topónimo,
sirviendo no sólo para designar a la Isla, sino que también se ha usado para dar nombre a
divisiones geológicas, endemismos de la fauna y flora, pasando por empresas del más
variado signo, marcas comerciales, clubes deportivos e incorporándose incluso al folklore
musical.
El nombre de Canaria
En diversos textos de la Antigüedad se hace referencia a unas islas situadas en el extremo
occidental del mundo que bien pudieran relacionarse, en muchas de las ocasiones, de
forma directa con el Archipiélago Canario. En todo caso, formarían parte de lo que se ha
dado en denominar la “geografía mítica”: “la geografía que acompaña al mito y las
fabulaciones o idealizaciones de lugares reales”(según Cruz Andreotti, G., citado por
Martínez, M.; 1997). Sin embargo, será en el sobradamente conocido relato de la expedición
del rey Juba II de Mauritania en el último cuarto del siglo I a.C., y del que no se
conserva una versión original, sino que sería transmitido posteriormente por Plinio, ya en
el siguiente siglo, donde al hablarse de las Islas Afortunadas, por vez primera aparece
reflejado el nombre de Canaria. Juntamente se señalan otra serie de topónimos que corresponderían
hasta un total de seis islas más. Lo que Plinio recoge en su Naturalis Historia
se basa además en la obra del geógrafo Estacio Seboso, lo que le añade mayor interés
documental.
Tradicionalmente se ha venido aceptando que tal denominación responde a lo señalado
por Plinio: “... se llama Canaria por la cantidad de canes de enorme tamaño, de los
cuales se le trajeron dos a Juba; que en ella aparecen vestigios de edificaciones; que, si
bien todas abundan en cantidad de frutas y de aves de todas clases, ésta también abunda en
palmeras productoras de dátiles y piñas piñoneras; que hay también abundancia de miel y
que se cría también el papiro y esturiones [siluros] en los ríos; ...”. No obstante, autores
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como Celso Martín de Guzmán o José Juan Jiménez González, asevera en el primer caso
o plantea la duda el segundo, acerca de la posibilidad de que lo enviado al rey de Mauritania
no fueran dos “canes” sino dos “canarios”, error consecuencia de una confusión del autor
latino o de algún copista anterior o posterior. En este sentido, G. Marcy recoge que precisamente
el nombre de “Canaria” proviene del etnónimo de los indígenas de Gran Canaria,
desde la época del referido Juba. A partir de aquí surge la discusión acerca de si tal denominación,
Canaria, tiene que ver con el hecho de ser una isla de grandes perros, cuestión
esta última que L. Torriani no parece tener muy clara, o por el contrario procede, como se
ha dicho, de los “Canarii”, tribu bereber del Atlas que es citada por vez primera por
C. Suetonius Paulinus en el año 42 de la Era (Jiménez, J.J.; 1990).
Otro asunto es la procedencia de esa palabra y la más que discutible relación con la
práctica de la cinofagia, al margen de que los perros formaran parte de la dieta de los
canarii, así como de otras comunidades bereberes o imazighen.
En cualquier caso, y sin entrar en ese debate, lo que aparece fuera de toda duda es lo
referido por Abreu Galindo cuando afirma que: “Desde que hay noticia destas islas debajo
del título de Fortunadas, siempre ha tenido y conservado esta isla el nombre de Canaria,
que jamás lo ha perdido, y las otras comarcanas por ella se llaman las Canarias. Quién se
lo haya impuesto, y por qué, no se sabe ni hay autor que lo escriba. Diré acerca desto lo
que me parece”.
Entra a considerar Abreu a continuación la relación de dicha denominación y la existencia
de grandes canes, e incluso de pobladores que los consumieran: “Y más conveniente
a razón es que los canarios se llamen deste nombre por Canaria, la tierra en que viven,
que no que se haya ella así llamado por los que en ella vivían, que sería pervertir el orden
de lo natural; y así es cierto llamarse siempre Canaria, desde el tiempo de Plinio, del cual
se colige no haber en estas islas habitación de gente y se llamaba Canaria; y se colige que
no se dijo Canaria por los naturales que comían canes, pues no estaba la isla poblada”.
Aparte de otras disquisiciones, Abreu termina señalando que “En las faldas del monte
Atlas, en África, hay unos pueblos que llaman los naturales de aquella región canarios; y
podría ser que el primero que esta isla fuese de aquellos pueblos, y a no contemplación de
su tierra la llamase Canaria, como al presente, en nuestros días, lo han hecho los descubridores
y pobladores de las partes de las Indias. Tómase lo que se quisiere”. Sin entrar en la
posible relación o no, del latín “canis” y los “canarii” y “Canaria”, que cabría entender
más bien una voz bereber, sí que es evidente la relación entre los “canarii” del continente
africano y los “canarii” insulares. En este sentido, José Juan Jiménez González contempla
dicho aspecto, planteando en Los Canarios, Etnohistoria y Arqueología, lo señalado por
E. Service al considerar que “en ocasiones, el nombre de una sociedad de jefatura sedentaria
es también el de su territorio”. En una publicación anterior, este mismo autor ya
señala que “la mención de “Tamarán” (cuya misma acentuación es discutible) es una referencia
tardía, que en todo caso podría indicar, a nuestro entender, el nombre de una/s cosa/
s, el de una zona o lugar/es”.
Sería posible resumir, y es la hipótesis más favorablemente acogida en la actualidad,
diciendo que el gentilicio de los canarios continentales, serviría de base el topónimo isleño.
3294
En definitiva, parece quedar claro que en ningún momento se hace alusión a otra denominación
para la Isla, que no sea la de Canaria, así como para sus habitantes que siempre
han sido, “canarios”. Entre otros, Thomas Nichols lo señala claramente en 1584 en su
Descripción de las Islas Afortunadas al referirse a la isla de Canaria diciendo: “El pueblo
que vivió primero en este país se llamaba canarios por los conquistadores”. El gentilicio se
ha trasladado posteriormente, ya colonizadas las Islas, al conjunto de los originarios del
Archipiélago, quedando para los de aquella Isla el de grancanarios. Téngase en cuenta al
respecto que, al referirse a los restos arqueológicos existentes en Gran Canaria, las personas
que dan cuenta de ellos hablan de casas, cuevas, cementerios, iglesias o murallas de
“los canarios”, cosa que también se repite, por supuesto, en la más diversa documentación,
por ejemplo al hablar de los límites de propiedades o de su extensión. Por ello resulta
acertado hablar de los antiguos canarios cuando nos referimos a la cultura de los indígenas
de Canaria.
Conviene insistir en ello, pues una vez aclarada la correspondencia de lo “guanche”
con el mundo aborigen de Tenerife, parece que se tiende a volver a generalizar erróneamente
dicha catalogación para todo el mundo indígena del archipiélago, y lo que es más
grave, desde estamentos académicos. Entendemos que no se puede sostener que haya
quienes pretendan, según su particular criterio, “seguir el dictado de la lengua y la oralidad;
y éstas, como digo, aplican el nombre de “guanche” a todo lo referido al tiempo y a la
cultura de los habitantes prehispánicos de todo el archipiélago, sin distinción” (Trapero,
M.; 1998). Por lo expuesto más arriba vemos que no es así. De seguir por esta línea de
simplificación, que por otra parte no se ajusta a la verdad, podría llevar a que algún aficionado
a la Historia aplicara la denominación de “goda” a toda la cultura procedente de la
Península Ibérica.
A su vez, el conocimiento que se tenía de las Islas también queda reflejado en la cartografía,
recogiéndose en la Geografía de Claudio Ptolomeo (100-178 d.C.), obra que no
obstante no llegaría a la cultura europea hasta el siglo XIII. En el mapamundi de este
geógrafo griego, el Archipiélago recibe el nombre de “Fortunatae”, con seis islas señaladas,
apareciendo ya el nombre de Canaria y otros cinco más, a los cuales, al igual que con
los señalados por Plinio, se les trató de relacionar con cada una de las diferentes islas.
Evidentemente, en ambos casos, el único que aparece claramente identificable es el de
Canaria. En el portulano del mallorquín Angelino Dulcert de 1339, se encuentran por vez
primera las islas de Lanzarote, Lobos y Fuerteventura, y hacia el Noroeste, fuera del espacio
geográfico del Archipiélago Canario, tres islas entre las que figura la de Canaria, lo
que ha llevado a considerar que se tratara del Archipiélago de Madeira, o un simple
solapamiento de los conocimientos anteriores dados por los autores clásicos. En la carta
de los hermanos Pizzigani (1367), aparecen por vez primera las siete Islas, y en este caso,
en situaciones diferentes, dos islas de “Canaria”. Definitivamente, en el Atlas Catalán
confeccionado por el mallorquín Cresques Abraham en 1375, además de figurar la “Ynsula
de Canaria”, por vez primera queda reflejado en la cartografía el topónimo Canaria, referido
en extensión para todo el Archipiélago. En cuanto a la más antigua localización del
nombre de Gran Canaria en los mapas, corresponde a uno del año 1460 existente en la
Biblioteca Ambrosiana de Milán (Tous Melián, J.; 1996).
3295
El nombre de Tamarán
Hasta que en el año 1844, Manuel Osuna Saviñón publica su Resumen de la Geografía
física y política y de la historia natural y civil de las Islas Canarias en la capital santacrucera,
como parte de la sección recreativa del periódico El propagador de los conocimientos
útiles, no existe referencia escrita del nombre de “Tamarán”, o más exactamente, “Tamerán”,
aplicado a la isla de Gran Canaria. Así, Osuna señala en la página 49 de su trabajo, en
relación a Juan de Bethencourt, que arribó éste “por vez primera a la tierra de tantas esperanzas:
reconoció las costas y los campos que halló bellísimos pues estaban cultivados en
gran parte. Los habitantes eran benévolos y afables, como los ya conocidos, altos de cuerpo
y bien formados, y más blancos que los de las otras islas conquistadas. De ellos se supo
que la isla se llamaba Tamerán, que quiere decir país de los valientes”.
En una nota de pie de página, Osuna desarrolla las diferentes opiniones acerca del
nombre de Canaria, pero no vuelve a hacer referencia a “Tamerán”.
Sin embargo, en ninguna de las versiones de Le Canarien aparece por parte alguna que
los canarios llamasen a su isla de dicha forma. Es más, tampoco, como es conocido, se
recoge que el normando Bethencourt añadiera el calificativo de “Grande” a la Isla de
Canaria, pues ya en la propia relación de la crónica francesa se hace alusión a dicha isla
como la “Grant Canare”. Abreu Galindo, que por otra parte no tuvo acceso a Le Canarien
es el que por su cuenta atribuye a Bethencourt la calificación de “Grande” a Canaria, en el
año de 1405, tras la derrota sufrida en Arguineguín: “..., por la resistencia que en sus
naturales halló y la mucha sangre que derramó de su gente, que la habían herido y la de los
naturales, ...”.
No obstante, Osuna añade más adelante en su obra, a cuenta de la derrota sufrida por
las tropas bethencurianas que “la valentía que mostraron los canarios en aquella acción
mereció a la isla el título de Grande, que desde entonces le dio el conquistador”.
Entre 1860 y 1861, Agustín Millares Torres publica su Historia General de la Gran
Canaria, obra poco conocida y de la que recientemente se ha llevado a cabo la reedición
de los dos tomos que la componen. Aquí Millares Torres señala “que los primitivos habitantes
de la isla daban el nombre de Tamarán, que en su dialecto significaba, país de los
hombres valientes”, sin apuntar de qué fuente se vale para llegar a tal afirmación.
Posteriormente, en 1876, será Gregorio Chil y Naranjo en sus Estudios históricos, climatológicos
y patológicos de las Islas Canarias, en el capítulo dedicado a “Palabras pertenecientes
al dialecto de Gran-Canaria”, el que refiera el término “Tamerán, nombre de
la Gran Canaria Abreu Galindo”, sin añadir más datos, con toda probabilidad tomando
como referencia al señalado Osuna, pero incluyendo la procedencia de Abreu Galindo.
En Abreu, lo más parecido a “Tamarán” que encontramos, y sin que tenga nada que ver
con el supuesto nombre de la Isla, es el reconocimiento que hace en un par de ocasiones
de su “maestro de gramática en Cádiz”, de nombre Francisco y de apellido Támara. En
una de estas referencias en concreto, hace alusión a su libro de Costumbres de todas las
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gentes, en el que se ocupa del nombre de Canaria, poniéndolo en relación con la forma de
comer que tendrían los naturales de la Isla, “como canes, mucho y crudo”.
La Historia General de las Islas Canarias de Agustín Millares Torres, publicada en las
postrimerías del pasado siglo en la capital grancanaria (1893), constituye sin duda una de
las obras referidas a la historia insular con mayor influencia y difusión en su época, y de
las décadas posteriores. Ello tendría incluso su continuidad en los años setenta de este
siglo, al reeditarse complementada con elaboraciones actualizadas de diversos especialistas.
Al llevar a cabo este trabajo, Millares sí que señala el lugar de donde tomó el nombre
de su “Tamarán” . De esta forma aparece reflejado en la página 85 del Libro Cuarto: “La
isla de Canaria era apellidada por sus primitivos habitantes Tamarán o Tamerán, lo que
parece significar en su idioma “país de valientes”. Sigue diciendo: “Desde las primeras
entradas de Bethencourt, y aún antes, se la designaba también con el calificativo de Grande,
que en la crónica francesa va unido siempre al de Canaria, tal vez para no confundirla
con las demás islas, a las cuales desde entonces prestaba ella su nombre”. Añade una nota
a pie de página en la que especifica lo siguiente: “Ossuna: “Comp. de la Hist. de Canarias”,
pág. 49. La palabra Tamerán nos recuerda el Tamahou, voz con que los egipcios
designaban a los habitantes de Libia”.
Es posible afirmar que este comentario, en una obra de tanto prestigio como la de
Millares, sirvió para dar carta de autenticidad a la originaria invención de Osuna, de la que
no existe ninguna referencia anterior. En todo caso, cabe señalar que Osuna señala
“Tamerán”, y luego Millares es el que utiliza “Tamerán” y “Tamarán”, indistintamente.
De esta forma, en el Vocabulario del antiguo dialecto isleño, que publica Millares en su
Historia General, presenta “Tamarán ‘nombre de Gran Canaria’”. Previamente, este autor
deja claro en una nota de su libro (pág. 146 - Tomo II) que “en uno de los apéndices con
que ilustraremos esta obra y publicaremos en su último tomo, se encontrará una lista de
palabras y frases canarias, únicas que después de un detenido examen juzgamos auténticas”.
Es decir, confirma la “autenticidad” de las palabras consignadas en el texto.
Por último señalar que Millares, en otra nota a pie de página (pág. 85), duda de la
explicación dada por Abreu para el calificativo de “grande” otorgado a Canaria, en relación
con la derrota sufrida por las huestes de Bethencourt en Arguineguín, aportando que
“La Crónica nada nos dice, e ignoramos en donde recogió Galindo esta noticia”.
Bethencourt Alfonso por su parte, que también mantuvo cordiales relaciones de colaboración
con Millares y Chil, ofrece en su Historia del pueblo guanche, concluida en
1912, en el Capítulo IX dedicado al “Vocabulario guanche”, los términos “Tamaran” y
“Tameran”, como el “nombre que los indígenas de Canaria daban a su isla”, citándose
primeramente él mismo como referencia. Posteriormente, en el Capítulo XI, “Vocabulario
guanche: nombres propios de lugares”, cita “Tameran: Nombre de la isla de Canaria”,
señalando en esta ocasión a Abreu Galindo como la fuente de la que procede el dato. Es
decir, que perfectamente pudo tomar la referencia de Chil y Naranjo.
Para terminar este apartado, merece destacarse lo planteado por Osuna, al valorar las
distintas denominaciones dadas a las Islas: “Cada uno de nuestros historiadores antiguos y
modernos quieren imponer un nombre. Sobrevienen otros historiadores y las nuevas de3297
nominaciones se suceden hasta que la confusión de los nombres y de las lenguas es el
resultado de semejantes rivalidades. ¿Qué desenlace reserva el porvenir a tan exclusivas
pretenciones (sic)? Dispútase la posesión de una palabra: ¡empeño digno del orgullo del
hombre!”. Es posible concluir con esta disertación que también Manuel Osuna quiso aportar
su granito de arena en esta ceremonia de confusión, inventando una nueva denominación
para Canaria salida de su desbordante imaginación.
El personaje
De “ilustrado” califica Millares Torres en su “Historia General de las Islas Canarias” a
Manuel Osuna y Saviñón (1809-1846), personaje “nacido en medio de una familia entusiasta
por las glorias de su país”, un republicano y liberal que “ensayó sus fuerzas en
folletos y artículos de periódicos políticos y literarios”. En la vertiente política, el 15 de
abril de 1842, Osuna sería designado para cubrir una de las dos vacantes que habían
quedado en las Cortes madrileñas, precisamente en sustitución de un hermano suyo. Señalar
que el Congreso declaró nula esta elección, que defenderían los propios interesados.
Conviene mencionar la trayectoria política de Manuel Osuna, pues a pesar de ser tinerfeño,
era ferviente partidario de la división de la provincia única de Canarias, con capitales
respectivas en La Laguna y Las Palmas. Ello sería publicado como parte de su programa
electoral, lo que supuso un amplio debate con otros diputados tinerfeños, en un momento
de plena efervescencia de la lucha por la división provincial. Sirva este apunte de la postura
favorable a los planteamientos grancanarios, como aspecto a tener en cuenta en la consideración
que Millares Torres, declarado divisionista, le tenía a Manuel Osuna, no dudando
en ningún momento de sus afirmaciones.
Indicar que Sabino Berthelot, señala en los preliminares de sus Antigüedades Canarias
(1897) que “estamos en deuda con nuestro inteligente y estudioso amigo don Agustín
Millares que nos comunicó un gran fragmento de esta obra”, en referencia al Resumen de
Osuna, al que considera “un trabajo importante bajo el modesto título de Compendio de la
Historia de Canarias”. Se demuestra así una vez más, el reconocimiento de Millares hacia
dicho autor, al hacerle llegar a Berthelot lo publicado de su obra, refiriendo incluso este
último algunos aspectos de la misma a lo largo de sus Antigüedades.
Se prodigó Osuna en trabajos sobre botánica, geología y geografía, no descuidando
tampoco la vertiente literaria, encuadrada dentro del movimiento romántico isleño, la cual
permanece en su inmensa mayoría manuscrita y que tiene como producción más destacada
el poema épico en prosa Los guanches o la destrucción de las monarquías de Tenerife.
No obstante, pasado ya el tiempo de las diatribas políticas de su época, el elemento que
más ha ocupado a los investigadores sobre la obra de Osuna ha sido la vertiente histórica,
concretamente la supuesta expedición del árabe Ben-Farroukh al Archipiélago, en el año
999 d.C.. La misma aparece en la ya señalada obra del Resumen de la geografía física y
política, y de la historia natural y civil de las islas Canarias, y según Osuna tales datos
estaban contenidos en unos supuestos manuscritos del historiador cordobés Ibn-el-Qouthia,
encontrados en la Biblioteca de París por el orientalista francés M. Etienne, el cual también
los traduciría y publicaría. La posibilidad de que documentos concretos demostraran
los contactos habidos entre comunidades árabes norteafricanas y las Islas, despertaron el
lógico interés, si bien los intentos realizados para acceder a tales manuscritos o a la preten3298
dida traducción original, siempre fueron infructuosos. Así, Gregorio Chil y Naranjo lo
intentó por todos los medios sin éxito, llegando a dudar de su autenticidad, y si bien nadie
más que Osuna pudo en su momento dar cuenta de la existencia de dicha fuente histórica,
ello no significó que se desestimara, sino más bien todo lo contrario, tal y como reflejan el
propio Millares o Sabin Berthelot, entre otros.
El propio hijo de Osuna, Manuel Osuna y Van den Heede, personaje también sobradamente
conocido, intentó por todos los medios hacerse con el manuscrito, buscando fundamentalmente
recuperar la credibilidad hacia la producción científica de su padre, que era
seriamente cuestionada por este asunto. No obstante, nada pudo hacer al respecto, cayendo
él mismo en uno de los más conocidos fraudes arqueológicos de las Islas, al presentar
en 1888 su hallazgo de una supuesta “inscripción de Anaga”, una piedra con pretendidos
grabados alfabéticos que resultaron ser una burda falsificación.
El trabajo publicado en la Revista de Historia de Canarias en 1944 por Buenaventura
Bonnet, parece dejar el tema definitivamente zanjado, dando cuenta del fraude cometido
por Osuna, afirmando que “por los errores que contiene, la burda mixtificación de fechas
y nombres, y los pasajes que copia servilmente de Viera, es inútil buscar el original de este
viaje en ningún escritor árabe ni en sus traductores. El verdadero autor del manuscrito
falsificado no es otro que el propio D. Manuel Osuna Saviñón”. Más contundente, unos
años antes, el Dr. Serra Ráfols, en el discurso de apertura del curso académico 1926-27 de
la Universidad de La Laguna, se expresaba de la siguiente forma: “Por una excesiva prudencia
de lenguaje en los historiadores canarios, aún poniendo en evidencia la falta de
fundamento del viaje relatado por Osuna, no han sido pronunciadas, que yo recuerde, las
palabras de superchería y “frescura incalificable” que son las únicas que corresponden al
proceder del mencionado pseudo-historiador...”.
Con estos datos, ¿acaso resulta muy aventurado afirmar que “Tamerán”, luego “Tamarán”
en Millares, es una “creación” de Osuna?. Cabe entender que todo lo contrario, pues, por
una lado, no existe dicha referencia en ninguna otra fuente escrita hasta el año 1844; por
otra parte, conocida la afición de Osuna a “reescribir” la historia, no tiene nada de extraño
que realizara dicha invención, apoyada en su visión romántica del mundo aborigen, y tal
vez recurriendo a algunas palabras indígenas consignadas por Berthelot, tanto canarias
como del norte del continente africano, y con las que guardaría cierto parecido.
La referencia de Berthelot
En 1842 se publica en París la Ethnographie et el Annales de la Conquête de Sabino
Berthelot, la cual, traducida al castellano saldría a la calle en 1849, en Santa Cruz de
Tenerife. Como se ha señalado, Osuna comenzó a publicar su Resumen ... en 1844, pero
sin duda tuvo acceso a la obra original de Berthelot, pues de hecho, como el mismo Sabino
comenta en su Recuerdos y epistolario (1820-1880), les unía una gran amistad, entablada
durante los diez años de estancia, de 1820 a 1830, que pasó en las Islas. De hecho Berthelot
comenta, en referencia a Osuna que “su gabinete, sus instrumentos, sus mapas, su biblioteca
compuesta por los mejores libros antiguos y modernos, estaban a mi disposición”.
En el Catálogo de los diferentes dialectos de los antiguos habitantes de las Canarias
3299
que elabora Berthelot, no aparece por parte alguna el término “Tamerán”. Sí, en cambio, el
de “TAMARASAITE” , por Tamaraceite, del que indica que es un “pueblo de la Isla de
Gran Canaria, cuyos alrededores cubiertos antiguamente de olivos salvajes y en donde se
ven muchas palmeras”. Añade en la explicación que “pueden encontrarse a la vez varias
etimologías para este nombre canario, a saber: 1º BENI-TAMARAH, tribu berberisca que
cosechaba muchos dátiles. 2º TAMARAK (dátiles) y EZZEITOUN (aceituna) en árabe
(Aceituna y Aceite en castellano). 3º TAMARIRGHT, los libres o los nobles, en bereber.”
Moviéndonos en el campo de las hipótesis, que resultan difícilmente confirmables o
contrastables, pudiera ser que Osuna se “inspirara” en alguna de estas referencias apuntadas,
con el añadido de su posible significación. Para ello acudiría al nombre actual de la
Isla, Gran Canaria, y a la falsa atribución del mismo a Bethencourt, según se desprende de
lo escrito también por Viera y Clavijo, de quien Osuna copiara repetidamente, en relación
a la ya comentada victoria canaria sobre los franceses en Arguineguín: “función memorable
que le adquirió a Canaria el título de Grande y que se le adquirió por boca de sus
propios enemigos. En efecto, se dice que desde este día la llamó siempre el señor de
Béthencourt la Gran Canaria”. Como ya se ha escrito, tampoco en ningún momento hace
referencia Viera a otro nombre para esta Isla. Únicamente apuntar que en la obra de Viera,
pero fuera de este contexto, al relatar la primera fundación de los religiosos agustinos en la
ciudad de La Laguna, consigna en una nota de pie de página que las doce capillas de la
actualmente destruida iglesia de San Agustín, fueron costeadas por “las familias más considerables
del país”, apareciendo entre ellas la de Tamarán.
Que Osuna uniera la palabra inventada, con alusión a proliferación de palmeras, hecho
que en definitiva da nombre a la capital insular, y la valentía de los isleños ante los intentos
de conquista de la Isla, es una simple conjetura. En cualquier caso, el hecho cierto es
que “Tamerán” sólo existió en la desbordante imaginación del “ilustrado” tinerfeño.
La “fortuna” de “Tamarán”
A pesar de todo lo expuesto, sorprendentemente el término “Tamarán” ha hecho fortuna,
quedando introducido incluso en la nomenclatura científica, como se recoge más adelante.
Pero es que además, y como es de suponer, se ha aceptado sin más su pertenencia a
la lengua aborigen canaria, incluyéndose en las relaciones de palabras indígenas que se
conservan, e incluso llevándose a cabo intentos de traducción. Varios de los autores que la
han incluido en sus trabajos, dan por cierta su correspondencia con la lengua de los antiguos
canarios, citando referencias falsas y presentando posibles traducciones, algunas realmente
ingenuas, si bien no dejando de manifestar su extrañeza ante su ignorado origen.
En el Lenguaje de los Antiguos Isleños (elaborado “en las décadas centrales del siglo
XIX”), José A. Álvarez Rixo se ocupa de la obra de Osuna, en concreto de lo dicho por
este último acerca de que “la lengua de los canarios era también el árabe”. Señala que se
le podría parecer “porque las raíces del idioma son las mismas”, si bien disiente de que los
naturales de Canaria la nombraran como “Tameran”, “lo cual quería decir “país” o “tierra
de los valientes”, lo creo construcción equivocada o estaría mal formando alguno de los
caracteres del citado MS., porque “tamar” es “palma” en las lenguas árabe, fenicia y hebrea,
vid. N. 17, y “Aan”, según las uniformes explicaciones de los A.A. acerca de las
3300
lenguas de la antigua Palestina, significa “tierra” o “país”. Concluyendo por tanto que
“luego, produciendo tantísima palma la isla de Canaria, que estaba llena de ellas, está
visto que “Tameran” es “país de las palmas”, lo cual concuerda perfectamente en el hecho
y en la analogía. El Génesis, cap. XIV, 7 nos presenta un dato asaz confirmatorio; dice
“Asasonthamar = Ciudad de las Palmas”. Lo que le lleva con ésta y otro antropónimo,
“Ysaco”, semejante a “Yssac”, a “confirmar que nuestros canarios procedían en parte de
la antigua Palestina”. Por contra, refiere que el nombre de Canaria, “debe provenir de los
pueblos que Plinio colocaba no lejos del Atlas”.
John Abercromby, en su monografía Estudio de la antigua lengua de las Islas Canarias,
trabajo publicado en 1917 en el primer volumen de Harvard African Studies y considerado
“el estudio más concienzudo y mejor documentado sobre las lenguas aborígenes
hasta la publicación de Monumenta Linguae Canariae de Wölfel”, recoge la voz “Tamerán
(Gal.?, Chil), el nombre aborigen de Gran Canaria”. Es decir, apunta lo mismo que Chil y
Naranjo, señalando la duda de la aparición de dicho topónimo en la obra de Abreu Galindo,
lo que queda absolutamente descartado.
Juan Álvarez Delgado, en su Miscelánea Guanche, refiere que “en cuanto a Las Palmas,
jamás he creído en la interpretación “Tamarán”=”país de valientes”, que debió inventar
Marín, Millares o algún otro cronista”. Expresa a su vez la sospechosa interpretación
ante la abundancia de formas toponímicas con tal raíz, como “Tamaragáldar” o
“Tamaraceite”. Concluye indicando la coincidencia que los indígenas llamasen “Tamarán”
a su isla, en referencia a la palmera canaria, a la que ellos llamaban “támara”, “y que los
españoles pusiesen “Real de Las Palmas” al castillo erigido a orillas del Guiniguada, que
dio nombre a la actual ciudad”. Posteriormente en su artículo ¿Semitismos en el guanche
de Canarias?, vuelve sobre este punto, insistiendo en que “Tamarán” es el plural de “támara”
y por tanto se traduce por Las Palmas, “el simple nombre indígena de lo que en la conquista
se llamó “Real de Las Palmas”. Es preciso señalar de forma concluyente, como
recoge la Crónica Lacunense, que ese lugar tenía para los antiguos canarios otra denominación
bien distinta: “..., y en el Real, adonde es aora la siudad que antes se llamaba en
lengua canaria Geniguada, y fueron cristianos los canarios, ...”.
En definitiva, Álvarez Delgado asume equivocadamente, como se demostrará a continuación,
que “támara” es un vocablo de la lengua aborigen y a partir de ahí, y considerando
una “fantasía de historiador” la traducción por “tierra de valientes”, realiza su propia
traducción que se correspondería con “Las Palmas”, lo que para los aborígenes era
Guiniguada. Es decir, sin quererlo, convierte el nombre de la capital grancanaria en el de
toda la Isla, como desgraciadamente de forma descuidada o intencionada se produce en la
actualidad, de tal manera que la isla parece llamarse “Las Palmas” y no Canaria, y luego
Gran Canaria, como siempre se ha denominado.
Precisamente en Gran Canaria y sus obras hidráulicas, Simón Benítez Padilla asume
que el nombre de la Gran Canaria “fué “Tamarán”, cuya verdadera acentuación ignoramos”
aduciendo para explicarlo, las mismas razones expuestas por Álvarez Delgado. Señala
que “todavía se designan los dátiles de la palmera de estas islas (Phoenix canariensis)
con la palabra támara, lo que induce a creer que la denominación primitiva de la Gran
Canaria, significaba Las Palmas, que hoy se aplica en castellano a su capital y que el
3301
vocablo original fuese esdrújulo”. Tales suposiciones, como ya se ha expuesto, carecen
totalmente de fundamento.
Dominik J. Wölfel en su Monumenta Linguae Canariae se pregunta de dónde pudieron
tomar Chil, Millares, Rizo y Álvarez Delgado esta palabra, señalando que en ninguna
de las fuentes antiguas que pudo analizar aparece. Se refiere a la traducción también apuntada
por Álvarez Delgado como “país de los valientes”, como la “versión más usual”,
aunque considera que “estamos ante un verdadero enigma”. Descarta su relación con tamara,
la cual analiza más adelante, no encontrando una conexión tan evidente como la que supone
Álvarez Delgado. Apunta no obstante un paralelismo evidente, “tamâra”, relacionado y
traducido en el diccionario de Foucauld como “force, puissance d’actión, personne considerable”,
indicando además que no se ha encontrado una derivación del vocablo, que se
indica de forma totalmente aislada. Para terminar apuntando que “el significado que se da
al nombre de la isla cuenta con un considerable respaldo”.
Al referirse a la palabra támara, después de una serie de reflexiones termina afirmando
que este vocablo vino a las Islas de la Península Ibérica, “y la cuestión de cómo entró en el
español es irrelevante para nuestro objetivo”, insistiendo en que “hemos de borrarla del
vocabulario que nos queda de la lengua aborigen”.
Para dar por concluido este punto, de posibles derivaciones de un vocablo “támara” de
falsa pertenencia aborigen, en el Tesoro lexicográfico del español de Canarias se recogen
las diferentes interpretaciones dadas a la palabra, así como la incorrecta definición que
registra el Diccionario de la Academia de la Lengua, pues támara o támbara es simplemente
el fruto de la palma o palmera canaria, Phoenix canariensis. Francisco Navarro
Artiles, en su Teberite, se decanta por su procedencia árabe, siendo de uso frecuente en el
portugués y en Canarias, aspecto éste, el de su derivación del portugués, en el que coinciden
entre otros José Pérez Vidal o Marcial Morera.
Recoger por último lo apuntado por Sebastián Jiménez Sánchez, el cual no aporta nada
nuevo, limitándose a repetir que “Tamarán es nombre antiguo dado a la isla de Gran Canaria:
Se le ha traducido por “país de valientes”, añadiendo que “como tal lo recogen varios
cronistas e historiadores”, lo que solamente es cierto en el segundo caso, pues no hay
cronista alguno que lo refiera. Señala también que dicha denominación y traducción no se
corresponde “a la época de los nombre mitológicos que los que las Islas Canarias fueron
conocidas”, ni tampoco “a aquella otra intermedia de las arribadas esporádicas a las mismas
por parte de árabes, florentinos, genoveses, lusitanos,” , opinando por contra que “sí
posiblemente, a la par con el de Canarias, la llegada de los vascos, catalanes, aragoneses,
mallorquines, castellanos y a la del propio caballero Juan de Bethencourt”. Abundando en
este sentido, asume también que el calificativo de “Grande” fue dado a la Isla a partir de la
victoria indígena frente a Bethencourt, afirmando que “tal epíteto está acorde con el significado
del topónimo TAMARÁN, “país de valientes”. Disparatando a continuación al considerar
que “Los “tamaranianos” son, pues, los habitantes de TAMARÁN”. Para reafirmar
sus consideraciones, indica que “Tamarán” ofrece cambios de grafías y de fonética, haciendo
derivar de ésta la palabra támara o tamaragua; y localidades como Tamaraceite
(Las Palmas de Gran Canaria) y Tamaragáldar (en Guía de Gran Canaria), o Tamariche y
3302
Tamaretilla en Fuerteventura.
El “Tamarán” “científico”
El reconocimiento y asunción del falso nombre dado a la isla de Canaria quedaría certificado
definitivamente cuando en 1937 el profesor de la Sorbona, J. Boucart, en unión de
la petróloga E. Jéremine, editaron un estudio monográfico sobre la evolución geológica de
Gran Canaria. En este trabajo, a la hora de denominar los dos sectores geológicos en que
es posible dividir la Isla, en razón de su antigüedad, recurre al término “Tamarán” para
designar la “isla vieja”, situada al suroeste, con una mayor antigüedad geológica, frente a
la Neocanaria, o “isla nueva”, cubierta por los materiales más recientes y que correspondería
al noreste insular. Es probable que Boucart conociera el nombre por Simón Benítez
Padilla, que a su vez lo cita en el capítulo dedicado a la Geografía Física de su Gran
Canaria y sus obras hidráulicas: “En una parte está la isla antigua (el Jefe del servicio
geológico del Marruecos francés, Doctor Boucart propone llamarla Tamarán, del nombre
aborigen de esta isla)”.
También, “Tamarán” ha servido para dar el nombre a distintas especies animales o
vegetales, caso del fósil de múrido (roedor) gigante localizado en La Aldea de San Nicolás,
llamado Canariomys tamarani, procediendo su “derivatio nominis” de “Tamarán,
nombre aborigen de la isla de Gran Canaria”. En el mundo de los insectos se encuentra un
cigarrón o saltamontes, endémico de Gran Canaria, y que lleva por nombre Acrostira
tamarani.
De la flora grancanaria cabe apuntar la Silene tamaranae, endemismo insular de este
género, presente en distintas zonas del Archipiélago. Asimismo, uno de los hallazgos botánicos
más interesantes de los últimos años, la nueva especie de drago citada para Gran
Canaria y localizada en el suroeste de la Isla, ha sido clasificada como Dracaena tamaranae.
Por otra parte, de forma mimética, numerosas son las marcas comerciales y empresas
del más variado signo que llevan tal denominación de “Tamarán”, apareciendo incluso
dentro de actividades tan dispares como el deporte o el folklore musical.
A modo de conclusión
- La palabra “Tamarán” es una invención de Manuel de Osuna Saviñón, recogida en su
Resumen de la geografía física y política y de la historia natural y civil de las Islas Canarias
publicado en 1844.
- Anteriormente a dicha fecha y publicación, no existe referencia alguna en ningún tipo
de fuente documental a que los habitantes de Canaria, los canarios, denominaran a la Isla
de otra forma, siendo conocida así desde la descripción que Plinio hiciera del Archipiélago.
- La aparición del dicho término en un autor de tanto prestigio como Millares Torres,
así como la romántica referencia a un “país de valientes” hizo que el topónimo prosperara,
aceptándose sin más.
3303
- Sólo muy tardíamente, algunos autores han dudado de la certeza de la afirmación de
Osuna y luego Millares, planteando la necesidad de revisar dicha denominación, mientras
que por el contrario, todavía se sigue haciendo alusión en publicaciones científicas,
divulgativas o didácticas al falso topónimo de “Tamarán”.
- Es preciso desterrar definitivamente el uso de dicha palabra en cualquier tipo de
publicación, información o rotulación que haga referencia al pasado insular, así como del
campo científico en general, recuperando el nombre que legítimamente corresponde que
no es otro que el de Canaria.
ESTOY AUN POR AVERIGUAR
SI EL AUTOR DE ESTE ARTICULO...
ES DE TENERIFE...
CHICHARRERO¡¡¡
martes, 11 de mayo de 2010
MONOLITOS GIGANTES
CUEVAS DEL REY
MACHOS EN ACANTILADOS DE ARTENARA
UN DIA DE AVENTURA EN LOS
ACANTILADOS DE ARTENARA...
LOGRE GRABAR DOS MACHOS SALVAJES
QUE SE PELEABAN POR UNA "MACHORRA"
HEMBRA DEL MACHO..."LA BAIFA"
EN LA LUCHA POR LOGRAR
EL AMOR DE LA "BAIFA"
ESTOS DOS SE PELEAN,ENFRENTANDOSE
CON LAS CORNAMENTAS HASTA EL PUNTO
DE UNO, DESPEÑAR AL OTRO
EN ESOS ACATILADOS.
ESTUVE TRES HORAS SIGUIENDOLES...
¡¡¡NO MURIO NADIE EN EL INTENTO¡¡¡
lunes, 10 de mayo de 2010
PLAYA DE VENEGUERA
POBLADO TROGLODITA EN MOGAN
POBLADO TOTALMENTE CONSTRUIDO EN PIEDRAS
O LAJAS DEL LUGAR.
EN LA MONTAÑA DE MOGAN, CAMINO DE VENEGUERA.
UTILIZADO QUIZAS POR NUESTROS ANTEPASADOS
INDIGENAS DE LA ÉPOCA.
APARENTEMENTE TROGLODITA
UNA JOYA ARQUEOLOGICA Y GEOLOGICA.
LLAMA LA ATENCION LA COLOCACION
DE LAS PIEDRAS...PERFECTAMENTE ORDENADAS
FORMANDO CIRCULOS MARAVILLOSOS DE VER.
PINCHA EN LA FOTO PARA VER
LA IMAGEN AUTENTICA.
PIEDRAS PRECIOSAS EN AGAETE
¡¡¡EN LOS HERMOSOS ACANTILADOS DE AGAETE
CUANDO MAS ENFURECIDO ESTA EL MAR
SUS OLAS ESTAMPADAS CONTRA LAS ROCAS¡¡¡
¡¡¡REVUELTAS ENTRE OLAS Y AGUA,
PIEDRAS QUE SE CRISTALIZAN AL CONTACTO
CON LA LUZ SOLAR...INEXPLICABLE¡¡¡
PERO CIERTO.
¡¡¡CADA VEZ QUE REGRESO ALLÍ...
DESCUBRO NUEVAS BELLEZAS EN PIEDRA
QUE ME ATRAEN Y QUE DISFRUTO DE ELLAS¡¡¡
¡¡¡UN LUGAR DESCONOCIDO POR MUCHOS
MEJOR ASÍ...
Y AMADO POR POCOS...COMO YO¡¡¡
CUEVAS NATURALES DE ORIGEN VOLCANICO
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